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500 familias ante una calamidad por falta de agua - El Nuevo Diario

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El estrés, traducido en angustia y desesperación, asoma en mujeres, niños, niñas y adolescentes, que sufren por una drástica disminución del agua en los cinco pozos artesianos que abastecían a las 500 familias que residen en la comarca La Esperanza, un caserío en el “corredor seco” de Las Segovias y atravesado por la Carretera Panamericana.

La situación ha desatado enfermedades, agregó Rigoberto Herrera Rocha, que jadeaba por el cansancio que le produjo empujar por dos kilómetros una carretilla de mano con tres bidones de plástico, de 20 litros cada uno.

Le acompañaban dos hijas adolescentes y una niña que sostenía otro envase pequeño lleno de agua.

“Toditos los de mi casa acabamos de venir del hospital porque estábamos con diarrea y vómitos. Y los niños del otro lado (de la manzana) están con las mismas enfermedades”, relató.

El “SANTUARIO” DEL AGUA

Mientras, en un recodo boscoso llamado La Pita, a 400 metros al norte del poblado, al pie del cerro Quisuca, decenas de pobladores realizan vigilia, diurna y nocturna, alrededor de la corona de concreto de dos pozos, a la espera de que la luz de las linternas se refleje en el agua para tirar un balde amarrado a un mecate y extraer el líquido.

Allí, en la oscuridad, una mujer que se identificó solo como Yesenia, restregaba con fuerza la ropa de sus hijos, echándole poquita agua, a la vez que reciclaba el líquido usado para remojar otros trapos. En el fondo se escuchaba un leve murmuro de los demás vecinos y el silbar de las chicharras.

“Mire, sufriendo aquí con los piquetes de los zancudos. Ya no aguantamos esta situación. Ya no da abasto el pobre pocito”, lamentó.
Tenuemente, varios menores de edad y mujeres se observaban entre la penumbra sentados en unos muros de concreto con bidones de todo tamaño y con el deseo de llevarlos con algo de agua. Explicaron que es la única fuente que tienen para tomarla.

“Esta situación es fea”, añadió otra dama, que también se identificó como Flor Yesenia, y que esperaba turno alrededor del boquete del pozo más profundo.

“Sin agua no cocinamos la comida. Tenemos que dejar el trabajo por venir a buscar agua. Nos duele la cabeza de tanto venir aquí. Necesitamos que nos ayuden”, apeló.

Un joven sacó el balde lleno de agua hasta la mitad, un líquido amarillento y enturbiado por el sedimento. Pero aclaró que el agua de ese pozo está asignada solo para la higiene personal y lavado de ropa.

TEMORES

Dos adolescentes se notaban preocupadas y con tono cansado narraron el sacrificio que desde hace dos meses han comenzado a sobrellevar.

Samantha Herrera Cardoza también se queja de dolores de cabeza por el desvelo de casi todos los días.  “A las 2 de la madrugada nos levantamos, alistamos la linterna para ir a traer el agua, después el uniforme y a las 3 nos vamos a bañar. Venimos a comer, esperamos que se nos rebaje la comida para irnos al instituto (de secundaria)”, relató.

Asalta la palabra su hermana menor, Fernanda Massiel. “Con este problema del agua, uno corriendo tiene que hacer las tareas para (tener tiempo de) ir a buscar el agua, porque no podemos llegar mal presentadas al instituto”, comentó.

Un camión cisterna que, afirmaron, llega de manera esporádica desde la ciudad de Ocotal (cabecera de Nueva Segovia), les provee de agua de tomar para mitigar la escasez.

ANIMALES CAEN POR SED

William Ernesto Herrera Cruz, quien dijo ser líder comunitario, comentó que ya se disponen a vender su ganado bovino y porcino, porque ya varios semovientes han caído por la sed y no tanto por falta de alimentos, como el año pasado. Otros animales domésticos sufren la calamidad.

Aunque se consideran víctimas por los efectos del cambio climático y la constante deforestación en la región, se resisten a creer que el agua haya desaparecido de los acuíferos subterráneos.
Herrera Cruz supone que una vena de agua proviene de la vecina comarca de San Antonio, y otra del cerro Quisuca, que en otros tiempos era nuboso por sus abundantes bosques, pero ahora su cumbre está erizada de antenas de comunicación de distintas instituciones y de radioemisoras. Sus faldas lucen deforestadas.

¿Soterrado por sismos?

Resultado• El líder comunitario William Ernesto Herrera Cruz explicó que la crisis del agua se agravó a partir del secamiento de un pozo perforado hace tres años, al cual estaba incorporado un sistema de miniacueducto que les abastecía.

“Parece que los movimientos telúricos (percibidos meses atrás) causaron un derrumbe y se aterró (el pozo) en la parte de abajo”, indicó.

Herrera Cruz señaló que el problema lo originó un mal diseño de la excavación realizada por unos ingenieros.

“Gracias a Dios, creemos que agua tenemos. Lo que pasa es que no le dieron la profundidad. Debía ser de 400 pies y no de 140”, explicó.

Pero la realidad parece apuntar en la palabra “extinción”. Herrera Rocha explica que el pozo más profundo de La Pita, de 25 varas de profundidad, excavado en 1992, permanecía lleno. “Incluso se rebasaba por encima de la coronilla”, acotó.

Pero ese pozo ahora es uno de los que se ha secado.

La petición que elevan ante las autoridades locales y nacionales es que les perforen uno o dos pozos más, en los puntos que creen se acumula el agua bajo la tierra.

“Y que el Gobierno mande a hacer una reforestación obligada y mano dura para quienes deforestan”, sentenció Herrera Cruz.


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