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Ernesto Chamorro Benard: granadino representativo - El Nuevo Diario

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Con la desaparición del ingeniero Ernesto Chamorro Benard, Granada pierde uno de sus grandes benefactores. No ejemplificaré esta labor suya de varias décadas porque siempre fue muy visible. Basta citar su aporte  en la restauración de los templos católicos y en la existencia de la Escuela Social Sor María Romero. Prefiero recordarlo en el acto de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua, el 18 de septiembre de 2003, depositando una corona de flores en la restaurada tumba de Juan Iribarren (1827-1864), cantor de la guerra nacional, en un corredor de la iglesia de San Francisco. También quisiera recordarlo en su residencia ofreciendo una recepción a los delegados del Segundo Encuentro de Institutos de Cultura

Hispánica del área centroamericana, organizado por el nicaragüense, el 3 de junio de 1993.

Lo tengo presente, además, en la ceremonia de ingreso a la Academia Nicaragüense de la Lengua, como miembros honorarios, de don José Joaquín Quadra Cardenal y del doctor Rodolfo Sandino Argüello, desarrollada en la Casa de los Leones. Y en el propio cementerio de Granada, ante el mausoleo de don Fruto Chamorro (1804-1854), leyendo su discurso sobre la exhumación y el traslado de los restos del padre del república al mismo monumento, cuyo frontis lo orlan altos relieves alegóricos representando la Libertad, la Ley, la Religión y el Trabajo, pilares del pensamiento de don Fruto.

En esa ocasión ––15 de abril de 2004–– el ingeniero Chamorro Benard expresó: “De manera muy personal, y en nombre de mi familia, no solo cumplimos hoy con un deber ciudadano, sino que creemos justo realizar este acto en memoria de ese gran patriota Fruto Chamorro, bajo cuyo ejemplo y tutela se educara nuestro bisabuelo el general Fernando Chamorro Alfaro”. Como se ve, don Ernesto se enorgullecía de sus ilustres antepasados y este sentimiento legítimo lo manifestó caballerosamente al designarme editor de la memoria de ese acontecimiento histórico y, sobre todo, al patrocinar y encargarme dos monografías historiográficas: General Fernando Chamorro Alfaro (1824-1863) / Héroe olvidado de la Guerra Nacional (2002) y Emilio Benard Doudé (1840-1879) y su época (2001), ambos prologados por él y su hermano mayor Alberto, a quien siempre amó y respetó.

El ingeniero Chamorro Benard, como pocos empresarios, era proclive a apoyar investigación histórica y yo, más de una vez, fui su beneficiario. Así figura entre los suscriptores de honor ––amigos y familiares–– de la obra Granada de Nicaragua: crónicas históricas (julio, 2012), hecho que deseo consignar ahora que él ya no está entre nosotros. Sin duda, su ausencia se hará sentir mucho en Granada, donde ejerció su hegemonía social y económica.

Pero también este hijo predilecto de nuestra ciudad supo ser fiel a sus raíces y enaltecer a dos de nuestros próceres  del siglo XIX. En primer lugar, al vencedor de los filibusteros en la batalla del Jocote que tuvo lugar en los llanos de El Coyol y La Cruz, sobre la ruta del Tránsito, el 5 de marzo de 1857. El coronel walkerista Edward Sanders fue el militar derrotado y el mismo Walker, en sus memorias, no pudo disimular el escozor que le causó este fracaso campal en sus mejores tropas: su primera compañía de rifleros. Asimismo, Chamorro Alfaro se distinguió por ser el organizador decisivo del Ejército del Septentrión, del cual surgió la fuerza que combatiría en San Jacinto, pionero triunfo sobre el esclavismo en el continente.

El otro protagonista ejemplar y honroso antecesor de los Chamorro Benard ––bisabuelo también–– fue don Emilio Benard Doudé, quien sirvió durante trece años a las administraciones conservadores que reconstituyeron y transformaron el país tras la desolación en la que lo dejó el filibusterismo. Por sus iniciativas, aparte de fundar el primer club social de Centroamérica, fueron posibles notables obras de progreso, entre ellas el telégrafo y el ferrocarril, único en Hispanoamérica, construido sin financiamiento externo, es decir, con fondos propios.

Podría escribir mucho más sobre la personalidad abierta y el hombre de empresa ––industrial y comerciante–– que fue don Ernesto y lo que significó para Granada. Por ejemplo, puntualizar sobre sus antecesores más cercanos, comenzando con don Ernesto Chamorro Pasos, su padre, guía y modelo. Pero las anteriores líneas resultan suficientes para reconocerlo como un granadino representativo de su tiempo.

Finalmente, en nombre de algunas asociaciones culturales a las que estuvo vinculado, y en el mío propio, hago público nuestro pésame a sus familiares por su partida.


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