A solo 28 kilómetros al oeste de Juigalpa se encuentra uno de los puertos lacustres más antiguos y olvidados de Nicaragua: Puerto Díaz.
La primera noticia sobre la existencia de este poblado chontaleño se remonta a los inicios de la colonización española, cuando los capitanes españoles Diego Machuca y Alonso Calero, en su viaje de exploración buscando el desaguadero de la “mar dulce” --como le decían los españoles al Gran Lago de Nicaragua-- hicieron escala en estas costas en abril de 1539.
Pero su bautismo como Puerto Díaz ocurrió apenas hace 104 años, cuando el entonces presidente de Nicaragua, Adolfo Díaz, compró estos terrenos y la gente por consiguiente le llamó a este lugar “Puerto Díaz”.
Por aquellos años, Puerto Díaz pasó de ser un desconocido poblado de pescadores a convertirse en la principal ruta que conectaba los pueblos mineros de Chontales y la costa del Caribe con Granada y el resto del país a través del lago Cocibolca.
Decenas de botes de velas y barcos de vapor transportaban viajeros y productos agrícolas, como maderas preciosas, plátanos, hule, pieles de lagarto, partidas de cerdos, queso, mantequilla, ganado, frutas exóticas y hasta zurrones de cuero crudo, llenos de lingotes de oro provenientes de las minas chontaleñas.
En su mejor momento, en Puerto Díaz se instalaron tiendas, bares, comedores, pensiones y hoteles de hasta 40 habitaciones, para atender la demanda, según le contaba su mamá a doña Carlota Cruz, quien nació 4 años antes que se incendiara el famoso vapor Victoria.
En ese tiempo no se había construido la carretera a Juigalpa y todo viajero tenía que embarcarse en Granada para viajar a Chontales, la Costa Atlántica y los pueblos de la cuenca sur del gran lago. Pero el puerto empezó a perder importancia cuando se construyó la carretera a la cabecera departamental, porque ya resultaba más rápido y fácil viajar por carretera a Juigalpa, donde la gente tomaba mulas para seguir su viaje. Poco a poco dejaron de llegar los barcos al puerto y este pasó al olvido.
Islas con potencial
De Puerto Díaz hoy ya solo queda el nombre, pero sus 1,800 habitantes siguen fieles a su terruño, viviendo de la pesca artesanal y a la espera que vuelvan esos memorables tiempos. Aunque no cuenta con hoteles para quedarse a dormir, aquí se puede disfrutar de una alegre expedición a las cuatro islas ubicadas a solo unos 11 kilómetros de distancia de la comunidad, donde se puede bañar y hacer un picnic o solicitar que le preparen un buen pescado frito en casa de alguna de las familias que habitan estos bellos parajes.
Si se quiere llevar pescado fresco a casa, solo hay que esperar que regresen de su faena los primeros pescadores, que a diario sacan del lago suculentos ejemplares de tilapias, guapotes y mojarras.
Julio Palacios, propietario del bar restaurante Lisayel, recuerda que hace más de 30 años la pesca era abundante en este poblado, pues un solo pescador sin mucho esfuerzo sacaba suficiente pescado que le daba para comer y vender pero, después, la pesca intensiva ha diezmado las especies a tal grado que ahora los pescadores van y regresan solo con lo justo para el sustento diario.
Ramón Cruz, también pescador, sugiere resolver este problema alternando la pesca con la agricultura, dotando a los pescadores de tierras para producir alimentos y así quitarle presión al pescado del gran lago. No pide que le regalen la tierra sino que el Gobierno la compre y se las venda a plazos a los pescadores.
Cómo llegar:
Del mercado de Mayoreo salen los buses que van a Juigalpa, ya aquí, en el antiguo mercado se aborda el bus a Puerto Díaz.