No pasó mucho tiempo antes de que los candidatos presidenciales de Estados Unidos, aunque deben estar ocupados, digirieran las 6,000 páginas del pacto que crea el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés). Estados Unidos y otros 11 países de la cuenca del Pacífico alcanzaron un acuerdo comercial a principios de octubre, pero el texto completo no fue dado a conocer hasta el 5 de noviembre.
A los pocos días, sin embargo, el senador Bernie Sanders (demócrata por Vermont) externó su opinión: “Es incluso peor de lo que pensaba”.
El desarrollador inmobiliario Donald Trump, candidato republicano, lo calificó de “locura”.
Beneficios modestos
Incluso personas de una inclinación menos proteccionista se sienten poco impresionadas, y se quejan de que los beneficios a corto plazo del TPP serán sutilmente modestos. Una estimación sugiere que, en sus primeros 10 años, causará que las exportaciones de bienes y servicios de sus miembros aumenten en solo 308,000 millones de dólares en total. En 2003-2013, el comercio mundial en bienes y servicios aumentó en más de un billón de dólares al año en promedio.
Sin embargo, un horizonte de 10 años pasa por alto lo importante. La promesa real del TPP radica en la liberalización del comercio en servicios. Así como llevó décadas que la integración de las cadenas de suministro floreciera en un rápido crecimiento en el comercio de productos en los años 90 y la década del 2000, los frutos del TPP y convenios similares son más remotos.
El TPP reduce los aranceles para algunas industrias importantes, como autos y agricultura, pero su principal preocupación es eliminar las barreras no arancelarias, como los onerosos procedimientos aduanales, las reglas de compras nacionales para las agencias gubernamentales y las barreras regulatorias al comercio en servicios. En realidad, la exsecretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, otra candidata presidencial demócrata, quien estuvo a favor del TPP antes de estar en contra, dijo alguna vez que establecía “el estándar del oro” en este aspecto.
Tecnología
No todos los servicios pueden ser comerciados: afuera de las ciudades fronterizas, el comercio internacional en manicuras, digamos, es limitado. Sin embargo, partes de otras industrias de servicios, incluidos finanzas, telecomunicaciones, educación y atención médica, son cada vez más comerciables gracias a los avances en la tecnología de la información. Esos servicios representan una porción enorme del PIB y del empleo en la mayoría de los países ricos, pero solo una parte diminuta del comercio. La liberalización pudiera abrirlos a la competencia mundial. Los hospitales en Estados Unidos, por ejemplo, pudieran subcontratar el monitoreo de pacientes a enfermeras en Malasia, los diagnósticos a técnicos en India y las consultas a médicos en Canadá, para beneficio de los cuatro países.
Cumplir esa esperanza será difícil. El comercio típicamente crece a la par del PIB. Creció rápidamente en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, en gran medida porque las grandes economías del mundo estaban creciendo con demasiada rapidez. Por tanto, los beneficios del TPP pudieran verse limitados, a corto plazo, por la débil demanda en todo el mundo rico.
No obstante, instigar un auge comercial requiere de tiempo, así como de un ambiente propicio. A partir de los años 80, el comercio comenzó a comportarse extrañamente, creciendo al doble de rapidez que el PIB. Este estallido originó una revolución en las cadenas de suministro que se habían estado fraguando durante décadas.
A lo largo de la mayor parte de la historia industrial, los países comerciaban materias primas o productos terminados, y el proceso de convertir las unas en los otros se ubicaba totalmente dentro de un solo país, a menudo dentro de una sola fábrica. A partir de los 80, sin embargo, una parte grande y rápidamente creciente del comercio consistía de “productos intermedios”. En vez de producir una computadora desde cero en un país, por ejemplo, una empresa tecnológica adquiría componentes en varios países diferentes, llevándolos a otro país para su ensamblaje y para luego enviar el producto terminado a los consumidores en todo el mundo. Como resultado, un creciente PIB condujo a incluso mayores saltos en el comercio.
Cadenas de suministro
Sin embargo, la gran revolución de las cadenas de suministro se produjo lentamente. Las tarifas arancelarias cayeron precipitosamente de los años 40 a los 80, para cuando los derechos impuestos a la mayoría de los productos comerciados entre economías ricas habían caído a niveles insignificantes. El giro hacia el transporte marítimo de contenedores, que hizo al tránsito por mar mucho más rápido y más confiable, había concluido en gran medida para principios de los 80. De 1950 a 1985, el costo de las llamadas telefónicas de larga distancia descendió drásticamente.
Sin embargo, no fue sino hasta los 90 que el auge de las cadenas de suministro realmente cobró fuerza, incitado en parte por la apertura económica de China.
Alrededor de la mitad de la desaceleración actual en el crecimiento comercial representa el agotamiento de este proceso. A principios de este siglo, por ejemplo, las partes importadas representaban casi 55 por ciento de los productos exportados por China. Para 2012, esa porción había caído a 35 por ciento. Algunas economías grandes, como Estados Unidos y China, están guardando para sí más de sus cadenas de suministro. A medida que las ricas ciudades costeras de China han progresado del ensamblaje de productos electrónicos al desarrollo de componentes y diseños más sofisticados, el trabajo de ensamblaje a menudo se ha trasladado a ciudades del interior más pobres en lugar de a los vecinos más pobres de China. De ahí la importancia de los servicios.
Hay lecciones aquí para quienes esperan un auge en el comercio de los servicios. El TPP en su forma actual es solo un elemento de varios que deben encajar.
Las barreras al comercio de servicios siguen siendo prohibitivamente altas, equivalentes a un arancel promedio de entre 15 y 17 por ciento en Canadá, Australia y Japón, y 44 por ciento en México, según el Instituto Peterson para la Economía Internacional, un grupo de análisis basado en Washington. Estipulaciones dentro del acuerdo del TPP que aborden el mutuo reconocimiento de algunas certificaciones profesionales aún no han sido acordadas. Añadir a China, que actualmente está excluido, ayudaría mucho.
Barreras culturales
Negociaciones• Ayudaría a la conclusión del Acuerdo Trasatlántico de Asociación de Comercio e Inversión, un propuesto pacto comercial entre Estados Unidos y Europa que también se ocupa de los servicios, y de un multilateral Acuerdo de Comercio en Servicios que se está negociando en la Organización Mundial de Comercio.
También se requiere un cambio tecnológico. El tráfico de Internet entre fronteras aumentó en 18 veces entre 2005 y 2012, según el Instituto Mundial McKinsey, una filial de la firma consultora. Avances adicionales -que permitan una traducción digital aún mejor, por ejemplo- ayudarían a superar las barreras culturales y personales al comercio en servicios.
Un día, las industrias de servicios podrían ser tan eficientes y estar tan globalmente integradas como la manufactura lo está hoy. El TPP es un paso hacia ese ideal, pero solo uno de los muchos que se necesitan.