Más que una articulación de bisagra, los movimientos de flexión y de extensión en nuestras piernas son ejecutados por nuestras rodillas, las cuales permiten una considerable rotación, además de súbitos y fluidos cambios de eje durante la locomoción, básicos en la práctica de muchos deportes, como el futbol o el esquí, indica Karla García, médico general. No obstante, cualquier fuerza que haga, al sobrepasar el rango de movimientos de la rodilla puede dañarla, afectando los huesos, sus meniscos y sus ligamentos.
Según explica la doctora, un mecanismo común de lesión ligamentosa se da cuando fuerzas llevan simultáneamente a la rodilla a la posición de “valgo” (piernas en X) y de flexión, cuando el fémur está internamente rotado sobre la tibia, cuyo mal movimiento podría ocurrir al jugar futbol, por ejemplo. Otro mecanismo de lesión se da cuando la rodilla es forzada en hiperextensión, siendo por una u otra manera que se provocan los esguinces de rodillas. De acuerdo con García, un esguince se produce cuando una articulación se tuerce violentamente desencajándose temporalmente sin dislocarse, y que conlleva un alto riesgo de daño en sus estructuras.
Diagnóstico
En el caso de la rodilla, para el diagnóstico, pronóstico y tratamiento de un esguince, desde el primer momento es importante la historia y la descripción del accidente. Hay que atender también, si ha habido o no inflamación, o algún ruido tipo chasquido o “pop” cuando ocurrió. Junto al dolor y la impotencia funcional, que son síntomas inespecíficos, un rápido aumento de volumen de la rodilla puede corresponder a hemartrosis, es decir, sangre en la articulación, por ruptura de ligamentos, cápsula o huesos, ruptura que puede también reflejarse en un lento aumento de volumen de la rodilla, que refleja una inflamación de instalación lenta, con “derrame” articular (líquido no sanguinolento).
Tras un esguince de rodilla debe sobrevenir un diagnóstico preciso de las estructuras dañadas. El examen físico debe intentar detectar además de inflamación, el grado de estabilidad articular, es decir, el rango de acción y protección de sus ligamentos, si quedaron o no laxos, algo que se refleja en un rango anormal de movimientos. Esto debe complementarse con exámenes radiológicos que permiten afinar el diagnóstico, dice García.
Por su parte, altas dosis de antiinflamatorios no esteroidales ayudan a mitigar el dolor, la eventual tumefacción y la inflamación. No obstante, tanto en la rehabilitación de estas lesiones como en su prevención es básico el fortalecimiento de los músculos que actúan en la rodilla, fundamentalmente el cuádriceps, máximo estabilizador de esta articulación, además de ejercicios que aumenten la flexibilidad articular.