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Jóvenes se exilian para salvar sus vidas - El Nuevo Diario

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Los nicaragüenses que han migrado por la persecución que ha emprendido el Gobierno contra los que han participado en las protestas, han dejado sueños, familia y comodidades en busca de un mejor porvenir. Muchos de ellos han emprendido el viaje hacia el sur con el fin primordial de conservar la vida. 

La denominada “cacería de brujas”, una operación ejecutada por miembros de la Policía Nacional y las fuerzas parapoliciales en todo el país, con el fin de apresar a todos aquellos que lideraron las protestas cívicas o participaron en ellas, así como a quienes estuvieron en tranques o alimentaron a los que estaban en ellos, ha sido el principal detonante de la desmedida ola migratoria.

Las filas en Migración y Extranjería son inmensas, cientos de ciudadanos acuden en busca de un pasaporte que les permita optar por una visa, principalmente hacia Costa Rica.

Según reportes del diario La Nación, en Costa Rica, Migración programa 200 citas diarias para nicaragüenses solicitantes de refugio.

Asimismo, señalan que al 27 de julio había 16,774 solicitantes, de los cuales 7,920 ya acudieron a una cita con las autoridades costarricenses y cuentan con un documento provisional de solicitud de refugio que les permite permanecer en el país. El resto (8,854) ya tiene una cita agendada para ir a presentar sus argumentos.

La resolución de cada solicitud tarda, en promedio, unos 11 meses. Durante ese tiempo, los interesados podrán permanecer en el país pero deben buscarse sus propios mecanismos de subsistencia.

Para muchos que son perseguidos por el Gobierno, la única alternativa es irse a Costa Rica, pero la presencia de parapoliciales y de agentes en las principales vías hacia Peñas Blancas, sobre todo después de Ochomogo, Rivas, donde piden una identificación a todo el que transita rumbo al sur y verifican si están en la lista de los disidentes para apresarlos, hace que el viaje sea peligroso.

Para evitar esos controles, los migrantes se ven obligados a usar puntos ciegos, pero ¿cómo es el tránsito? ¿Qué hay que llevar para poder salir exitosos? ¿A qué se exponen los migrantes?

Costarricenses y nicaragüenses residentes en Costa Rica están ayudando a los nicas inmigrantes. Costesía La Nación\END

Conversamos con dos nicaragüenses que cruzaron la frontera por temor a ser apresadas y exponen las dificultades del camino.

Lodo y peligros

Originaria de Managua, Andrea, nombre ficticio por motivos de seguridad, nunca imaginó que por haber participado en marchas y alimentar a gente que estaba en las barricadas tendría que dejar su hogar y sus hijas para viajar ilegalmente a Costa Rica.

“Me llevaron en una camioneta por dentro de Rivas. Cuando transitamos por carretera abierta, la familia que me ayudó simuló que iba a la playa para poder salir sin llamar la atención. Al llegar a la frontera ella se quedó con sus hijos y el muchacho me metió por monte, evitamos pasar por donde los militares, transité hora y media a pie por monte y lodo, me hundía hasta la rodilla, el muchacho me jalaba para sacar los pies de ahí, había muchas ramas que me traspasaron la tela del pantalón que llevaba y me hirieron las piernas, la verdad no es fácil ir por esta vía, salís sin zapatos y si no se tienen condiciones físicas se puede fallar en el intento”, comparte Andrea.

Según refiere esta joven capitalina, algunas personas se van tras la guía de coyotes, sin embargo, reconoce que es riesgoso porque muchas veces los mismos coyotes los dejan tirados y les roban todas las pertenencias.

Casi lo deportan

“Yo no pagué ningún coyote, cuando llegamos a la frontera estaba un hermano del muchacho esperándome, pero cuando íbamos para San José en una camioneta, nos detuvo la policía, nos pidieron documentos y como no andábamos, nos dejaron detenidos. Hicieron un papel donde la orden era deportarnos, nos tuvieron casi una hora. Llegó una camioneta de la Policía que  nos llevó al puesto La Cruz, había 6 muchachos más que los habían agarrado, ellos también venían huyendo”, prosiguió.

Llegados a ese punto, Andrea sintió que el mundo se desplomaba y que el sacrificio había sido en vano.

El parque La Merced, un sitio donde se reúnen los nicas en Costa Rica. Cortesía  La Nación\END

“Sentí que en cuanto estuviera nuevamente en Nicaragua me matarían y no hacía más que llorar. Estando ahí llegó una patrulla, que tiene como jaulas y súper cerradas, no entra aire ni nada. Yo le lloré al al oficial que nos iba a deportar y le expliqué que si me regresaban me iban a matar, le enseñé todas las amenazas. Y por el poder de Dios él dijo que nos iba a ayudar. Nos llevó a Migración, ahí dormimos en el piso, esperamos a las 6:00 a.m. que abrieran para pedir la cita. Nos pidieron fotocopias de documentos, preguntaron si teníamos dónde quedarnos, de lo contrario nos asignarían un refugio, nos tomaron huellas, fotos de frente y de perfil, te revisan si no tenés antecedentes penales y te dan una esquela con la que ya no te deportan, te sellan el pasaporte y el día de la cita te dan un formulario en el que te preguntan si corrés algún tipo de peligro y cuál es. En dos horas te dicen que pasés, te ponen la foto y en 15 minutos te entregan el carnet”, confesó.

Andrea refiere que la familia que la acogió la ha atendido muy bien, le dan techo y comida sin cobrarle nada. 

“Yo he tenido esta dicha, pero he visto cómo duermen unos sobre otros en los refugios, hay gente de buen corazón que llega con almuerzos, sándwiches. Algunos nicas están en el parque central, donde hicieron un refugio improvisado con zinc y hay baños portátiles”, agregó.

Entre lágrimas, esta joven madre confiesa que es duro no tener a su hija con ella. Desde hace un mes solo se han visto por videollamadas, además, antes de salir de Nicaragua, incluso tuvo que ocultarle a su familia dónde estaba.

“Siento que mi lucha fue por una causa justa, no merecemos huir de nuestro país, no es merecido perder el único método de sobrevivencia; tener que huir para no representar peligro para nuestras familias y para no perder la vida, no somos delincuentes ni  hicimos nada malo, solo queríamos una Nicaragua democrática”, afirma.

Cada día llegan más nicaragüenses a Costa Rica, muchos de ellos entran por veredas. Cortesía La Nación\END

También comparte que la mayoría de las personas, “cuando saben que somos nicas, nos dicen que ven con tristeza lo que está pasando, que no esperaban que íbamos a estar así, ellos viven en democracia y nos dan todo el apoyo posible por medio de palabras. El 90% de los ticos nos han acogido, algunos nos rechazan, dicen que para qué nos pusimos a protestar, pero son una minoría”.

“Nunca me vi viviendo en otro país, pero sin quererlo mi futuro está aquí, quisiera traer a mi niña, si se calman las cosas regresaría a mi patria, pero mientras Ortega esté en el poder no puedo hacerlo, me matarían”, concluyó Andrea.

“Vamos a seguir ”

Germania es otra joven madre nicaragüense que está viviendo en Costa Rica después de haber sido señalada como golpista por apoyar a los jóvenes del Movimiento 19 de Abril en su municipio.

“El significado de exilio todos lo conocemos, que es tener que dejar tu país. Es estar en un lugar extraño que no es el tuyo y saber que no podés regresar porque lo primero que te espera es la cárcel, jamás imaginé que lo iba a vivir en carne propia”, señaló.

Germania cuenta que pasaron 9 horas retenidos por miembros del Ejército pero finalmente pudieron seguir su camino. En Migración les tocó el turno de la noche y asegura que no los trataron bien. Sin embargo, ya estando en el lugar donde se instalaron, afirma que el trato ha sido excelente.

Además, dice: “Para mí, irme de Nicaragua era la última opción y creeme que quise agotar todas las posibilidades antes de venirme, pero no pude más”. 

Agregó que, pese a haberse ido, no van a abandonar la lucha, que desde donde estén van a seguir tomando acciones contra el Gobierno.

Al igual que Andrea, ella también tuvo que salir clandestinamente, pasó por el fango y varias circunstancias adversas, pero logró llegar a Costa Rica.


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