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Una noche en un club nocturno de Managua - El Nuevo Diario

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Las miradas de los hombres están clavadas en la tarima alumbrada con luces de colores y donde hay dos tubos muy brillantes.

Como el espectáculo está por comenzar, los clientes no se mueven de sus sillas. Algunos silban, los más derrochadores ya toman cerveza.

Todos quieren ver a Bárbara, una mujer alta, de tacones y semidesnuda que hace honor a su nombre.

Bárbara mueve sus caderas a su izquierda y a su derecha. Después estira las piernas y los hombres abren la boca… también van abriendo su cartera, porque esta mujer cobra hasta para respirar.

Los clientes de los club nocturnos son de todos los estratos sociales. (Imagen referencial). AFP/ END

“¿Me vas a invitar a una cerveza, amigo?”, dice Bárbara con voz sensual a un hombre quien luego de haber pasado largas horas de trabajo se dirigió al club nocturno para refrescar su vista y, según dijo, salir de la cotidianidad.

Bárbara es una bailarina y trabajadora sexual.

Ver a Bárbara en este club nocturno es prácticamente gratis. Pero tras su baile, los que se animan a hablar con ella empiezan a pagar.

Un cliente en este sitio paga 120 córdobas por una cerveza. Pero hay que aceptarlo, es con esa cerveza que resulta mejor ver el movimiento de las curvas de Bárbara, una mujer de piernas largas, cabello negro y ojos café.

El cliente, con su cerveza de 120 córdobas en la mano y una sonrisa lujuriosa, no podía dejar pasar la oportunidad de hablar con Bárbara. Ella es, tal vez, la gran historia de su vida… o su gran secreto.

A la par de Bárbara, el cliente pide al mesero otra cerveza, esta vez para su deslumbrante acompañante.

Pero ahora la bebida no cuesta 120 córdobas, sino 200, porque la misma bailarina que se toma la bebida se queda con 80 córdobas de ganancia.

Algunas noches en los clubes nocturnos se observa fácilmente que la oferta supera a la demanda: Hay pocos hombres y muchas mujeres. Aunque hay temporadas que es al revés. (Imagen referencial) AFP/ END

El cliente y Bárbara cruzan miradas coquetas. Él, de unos 38 años, está vestido y excitado. Ella está con una falda colegiala, con los pechos descubiertos y en su punto más excitante.

En el local se escucha una voz de fondo diciendo: “Continuamos con nuestro show, un sensual baile eróticooooo con Rubí”.

LA RUBÍ

Rubí sale con un bikini color rosa, tacones de aguja de aproximadamente 12 centímetros y su rostro cubierto, pero no por mucho tiempo.

Ella ya había tomado 3 cervezas con un cliente antes de su show. Ese rato de plática le costó al cliente 600 córdobas y pagó otros 400 por un baile erótico privado de Rubí sobre los tubos metálicos.

Mientras Rubí baila, al otro lado del local Bárbara continúa con su cliente. Ya ha tomado 4 cervezas. Es decir que el cliente ha desembolsado 800 córdobas por la plática.

Los clientes en este club nocturno son de todos los estratos sociales.

Todos atienden el llamado de un letrero luminoso, brillante, que ofrece sensuales bailes de mujeres.

Pero la oferta no es solo de bailes. La joya de la corona en estos clubes nocturnos es cuando los hombres pagan por llevar a la cama a una mujer.

Esta noche se observa fácilmente que la oferta supera a la demanda. Hay pocos hombres y muchas mujeres.

LOS NÚMEROS

Es y será necesario hacer cálculos matemáticos. Bárbara bailó y tomó 4 cervezas. La mujer, sin necesidad de ir a la cama, ha ganado 320 córdobas por tomar cerveza y 400 córdobas por bailar durante 20 minutos, quitándose lo poco de ropa con lo que había subido. Pero eso no es suficiente.

En este bar nocturno cuesta 1,600 córdobas acostarse con una mujer, en este caso con Bárbara, de piernas largas y rostro angelical.

Ver bailar a una mujer en un club nocturno es prácticamente gratis. Pero tras su baile, los que se animan a hablar con ella empiezan a pagar. (Imagen referencial). AFP/ END

De esos 1,600 córdobas, mil quedan en manos de Bárbara.

Continúo haciendo sumas para finalizar ¡Qué buena ganancia la de esa noche para Bárbara! En total, obtuvo 1,720 córdobas por un horario de trabajo de 8 pm a 12 de la medianoche: Mil por acostarse con un cliente, 400 por bailar y 320 por tomar cuatro cervezas.

Sonriente, Bárbara sale del cuarto y observa la pista donde continuará bailando la noche siguiente. Lo hace de martes a domingo, al igual que Rubí.


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