Por falta de fluido eléctrico, desde un púlpito de madera que ha quedado solo como ornamento, el cardenal Leopoldo Brenes predicó al pueblo católico de la ciudad de Diriamba que acudió el domingo a la Basílica Menor de San Sebastián para celebrar el día del santo mártir.
El cardenal Brenes ofició la eucaristía por primera vez en la basílica desde que el 9 de julio en el atrio de la misma, la Conferencia Episcopal fue atacada por simpatizantes del Gobierno cuando trataban de sacar del templo a un grupo de sacerdotes y de jóvenes que permanecían en el puesto médico que ahí se había instalado.
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El diablo siempre pone zancadillas, dijo Brenes al iniciar la homilía, refiriéndose al apagón eléctrico que se dio justo cuando inició la liturgia de la palabra.
Brenes utilizó el ejemplo de los pueblos vecinos de Diriamba, Jinotepe y San Marcos para hablar de unidad, pues rememoró que había grandes conflictos entre ellos, pero que escucharon la voz de sus pastores para unirse en el don de la fraternidad.
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“La división la Iglesia no la quiere, la Iglesia quiere la unidad, señaló. Estas tres comunidades son signo de unidad, un pueblo que ama a Jesucristo y tiene a María, por lo que vinimos a romper muros, porque él nos ama a todos. Vinimos a pedir la gracia de romper los muros, las confrontaciones, que nos dé un corazón sano, que sanemos nuestras heridas, porque Dios no hace distinción de personas, porque Cristo da su vida para que tengamos vida en abundancia. Que el odio, la separación y las intrigas desaparezcan de Nicaragua y podamos construir la paz que todos anhelamos”, prosiguió.
Rogativa para purificar el templo
Justo cuando la homilía concluyó, lograron instalar una planta eléctrica en el templo por lo que el cardenal exclamó con picardía: “El proyecto del demonio era que la palabra no se escuchara, que no escucharan la voz de su pastor, pero yo sé que no fue así”.
La celebración eucarística fue emotiva, esta vez el pueblo recibió a los sacerdotes con los brazos abiertos, con gestos de cariño, a diferencia de los empujones y gritos de aquel 9 de julio.
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Asimismo, el cardenal Brenes hizo una oración en rogativa para que el templo se purificara después de los lamentables sucesos con los simpatizantes gubernamentales, bendijo agua y dos sacerdotes la esparcieron por toda la iglesia y rociaron a los devotos
Además, el párroco de la Basílica Menor de San Sebastián, César Castillo, previo a la homilía hizo un regalo a los diriambinos: cambió las saetas de bronce del mártir por unas de plata que le colocó a la venerada imagen de origen español, el cardenal Brenes.