En medio de risas nerviosas, el universitario Randy Josué Martínez, de 20 años, estudiante de Ingeniería Industrial de la Universidad de Managua (UdM), comentó que llevaba horas en su casa, con su familia, y “no podía creer que después de ocho meses de encierro” estuviera excarcelado.
Martínez fue sacado de prisión este viernes, bajo el régimen de casa por cárcel, igual que otros 49 manifestantes que permanecían encarcelados por protestar contra el Gobierno desde abril de 2018.
Randy, un muchacho delgado y con flequillo, dice que trae un buen recuerdo de penal de varones. Junto a otros presos pudo manifestarse en la prisión, a pesar de las golpizas y amenazas que eso les costó. Se trata de la protesta en el techo del penal, realizada la semana pasada.
Relata que cuando se manifestaron se sintieron libres y más vivos que nunca, aunque lamenta que la acción fue motivada por el llamado de auxilio que recibieron de los manifestantes apresados en las celdas de máxima seguridad.
“Fue bonito cuando logramos manifestarnos encima del techo porque nos sentimos libres, agarramos valor porque estaban golpeando a los de la 300; ellos, a punta de gritos nos pedían auxilio, nos decían que los estaban matando, que los estaban asfixiando con bombas lacrimógenas; entonces nos armamos de valor y comenzamos a hacer alboroto hasta que el zinc se zafó y nos subimos al techo”, recuerda el estudiante.
La demanda de los reos de la 16-1 era que trasladaran a los presos de máxima seguridad a su celda, pero la respuesta de las autoridades del Penal fue la amenaza.
“Un funcionario nos dijo que nos tranquilizáramos, que los de la 300 estaban bien y que esperáramos al día siguiente, pero al día siguiente lo que pasó fue que llegó toda una tropa y nos rodearon, nos dijeron que los muchachos no se podían mover porque no estaba en sus manos, los guardias nos apuntaban con sus AK y se notaba su ansiedad por golpearnos”, afirma el joven.
Pero eso no fue todo. Las noches en el penal para Randy fueron largas, todo el tiempo pensaba que en cualquier momento podían llegar a asesinarles, y por eso considera que el peor maltrato sufrido fue el psicológico.
“Las torturas para mí fueron psicológicas, al inicio éramos pocos, unos 30 o 40 presos, y en la celda no había cadena, pero luego la pusieron para torturarnos con el sonido, la sonaban a todas horas de la noche, eso nos llenaba de temor, rodeaban el perímetro y nos sonaban las AK, nos sofocábamos, nos alarmábamos, creíamos que nos podrían matar”, cuenta horas después de haber salido de la cárcel.
El peor momento para este universitario fue cuando golpearon a los presos de las galerías 16-1 y 16-2, únicamente por entonar las notas del Himno Nacional.
“Nos atacaron el 19 de febrero, nos lanzaron bombas lacrimógenas en espacios cerrados, muchos fueron golpeados, les quebraron brazos y costillas, los más afectados fueron los de la 16-2, yo era de la 16-1”, denuncia Martínez.
MOTIVOS PARA PROTESTAR
El universitario dice que se motivó a protestar contra el Gobierno cuando se enteró, el 18 de abril de 2018, que ancianos fueron golpeados por manifestarse contra las reformas a la seguridad social. Esto le costó su libertad. Fue detenido el 14 de julio, cuando circulaba en carretera Norte, Managua.
“Cuando me detienen iba en un vehículo, exactamente por Portezuelo de carretera Norte. Me golpearon y me tiraron en una tina, en eso pasó un bus y la gente comenzó a tomar fotos e intenté que me vieran la cara; en ese momento pensé 'para que por lo menos se dé cuenta mi mamá', pero el guardia me puso la bota en la cabeza y me empezó a patear”, relata el estudiante de ingeniería industrial.
Lo acusaron de participar en las trincheras de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua) y fue trasladado a las celdas de la Dirección de Auxilio Judicial, conocida como “El Chipote”, donde pasó cinco días.
“Cuando llegué ahí me golpearon, me desnudaron y me pusieron a hacer sentadillas; luego me pasaron una regleta de metales, me dijeron que me pusiera la ropa y me pasaron a investigación. Me llevan a investigación y antes de hacerme entrar en la celda donde me quedé cinco días, me dieron una 'calentadita', hicieron abrirme y me comenzaron a golpear las costillas, me decían que si me caía me iría peor”, afirma el estudiante, que aún se muestra ansioso como si estuviera reviviendo el momento de sufrimiento.
ACUSACIÓN
Después de tres meses de estar detenido, fue llevado al juzgado y acusado de portación ilegal de armas y daños, resultando con una condena de dos años y seis meses de prisión.
“Nunca me sacaron, luego de tres meses me volvieron a llevar al juzgado y me clavaron dos años y medio, aunque a un mes de mi detención me habían dado una orden para ir a mi casa”, explica.
La liberación fue un susto para Randy. Los presos que serían excarcelados fueron levantados por los custodios a eso de las 3:00 a.m. y comenzaron a decir nombres sin darles mayores explicaciones.
“Escuchamos a las famosas busetas y todo el mundo se alarmó, todos queríamos escuchar nuestros nombres, todos estábamos nerviosos, tanto que a todos nos dio diarrea”, dice Martínez.
Pobladores de Managua salen a las calles para saludar a manifestantes excarcelados
Cuando Randy llegó a su casa, se sorprendió del recibimiento. Su familia le había preparado un mural con el que le daban la bienvenida; además, amigos y vecinos lo llegaron a ver y demostraron lo contentos que estaban porque volvía a su casa.
Aunque el estudiante tiene incertidumbre por lo que vendrá, tras su excarcelación, asegura que deja en las manos de Dios todo lo que le pueda suceder a él, su familia y a Nicaragua, y afirma que seguirá en resistencia porque “hay muchas formas de hacerlo”.