La mayoría de los trabajadores de las empresas ya se tomó las vacaciones, pero en unas semanas regresan a la rutina, regresando a su vez el estrés, una respuesta física y mental ante situaciones que requieren una reacción por nuestra parte para asegurar nuestra supervivencia. Aunque parezca nefasto, el estrés es una reacción sana y útil para defendernos de una situación de peligro y motivarnos a realizar tareas que nos interesen.
Un cierto nivel de estrés laboral es inevitable, pero podemos mantenerlo en un nivel adecuado. Para lograrlo hay dos tipos de circunstancias que deben considerarse. Las que dependen de la empresa y el ambiente que ahí se genera, y las que dependen de la persona que trabaja en la empresa.
Si desde la organización los empleados reciben informaciones precisas acerca de cuáles son sus responsabilidades y cuál es el futuro de sus niveles, el nivel de los empleados sería mucho más falto y el nivel de ansiedad mucho menor, por lo que se trabajaría con menos estrés.
Una de las formas para controlar el nivel de estrés es teniendo un nivel de preparación adecuado para el trabajo que vamos a desarrollar. En caso de que no fuera así, sería importante mejorar nuestra preparación de la manera que consideremos más adecuada, sea a través de cursos o lecturas o bien dejándonos asesorar por otros compañeros de la empresa que sean más experimentados. Antes que nos acomodemos en el puesto hay que entender cuál es la verdadera dinámica de la empresa, ya que el conocimiento y la información tranquilizan, puesto que ayudan a entender, por lo que es útil escuchar a los compañeros que llevan más tiempo en la empresa los pros y contras.
No hay un buen día de trabajo si no está organizado, por lo que es necesario llevar una agenda para no vernos en aprietos, así sentirás más tranquilidad, ya que sabrás qué esperar y qué harás durante el día que cuando no sabés qué esperar.