¿Has oído hablar del chemsex? Se trata de sesiones de sexdopaje que pueden llegar a durar varios días y se suelen llevar a cabo en casas particulares.
Para acceder a estas quedadas se utilizan algunas aplicaciones móviles de contacto y precisamente son ellas las que están provocando que el chemsex crezca de forma exponencial, por la facilidad e inmediatez que proporcionan.
El tipo de prácticas sexuales que facilita son menos convencionales, como el fisting, que consiste en la introducción de la mano o parte del brazo en el recto o la vagina.
También hay otros juegos más extremos que se pueden dar en estos encuentros, como el bugchasing o “persecución del bicho”, una ruleta rusa en la que hay un infectado de VIH y el morbo está en la posibilidad de poderte contagiar.
Pero el chemsex, según el doctor José Luis Blanco, médico especialista en enfermedades infecciosas, puede practicarlo también una persona sola con su ordenador y una pipa de cristal teniendo sexo online o parejas que quieren experimentar nuevas sensaciones. Además comenta que uno de los grandes riesgos de los que practican el sexodopaje es que no se perciben como adictos.
Y hay pacientes que tenían una vida completamente normal y a raíz del chemsex desarrollan “un trastorno sicótico o debutan con un cuadro esquizofrénico”, además de poner en peligro su salud física.
El riesgo de contagio de enfermedades es alto porque entre un 29 y 37% de quienes lo practican son VIH positivo, según diferentes estudios.
Así lo han manifestado en un seminario sobre el tema los doctores Santiago Moreno, jefe de Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Ramón y Cajal; Ignacio Pérez Valero, de La Paz de Madrid; José Luis Blanco, del Clinic de Barcelona; Jesús Troya, especialista en Enfermedades Infecciosas del Hospital Infanta Leonor, y Jorge Garrido, director de la ONG Apoyo Positivo.
Sentirse sexualmente más liberado y la sensación de superar problemas de intimidad, vergüenza o pudor sexual; hacer frente al estigma relacionado con el VIH y la hepatitis C; responder a la propia homofobia interiorizada; además de querer disfrutar de mejor sexo y durante más tiempo, son algunas de las razones que llevan a esta práctica, explican en Apoyo Positivo.
También la soledad, la búsqueda de pertenecer a un grupo, de ser aceptado por otros, la búsqueda de afirmación sexual, el por qué “todo el mundo lo hace”, porque es un gancho en el mundo 2.0 y por la influencia del entorno o grupo.
Las drogas que usan
La metanfetamina o crystal meth es una droga estimulante, muy potente, más que la cocaína desde el punto de vista de acción, porque puede durar entre 6 y 8 horas, y da una sensación de bienestar y una euforia de “que puedes comerte el mundo”.
Es en palabras del doctor Pérez Valero, una sustancia que aumenta la libido, el deseo sexual y la sociabilidad.
Por su lugar de acción que es a nivel de la serotonina y dopamina, es una droga que activa el sistema de recompensa, y por lo tanto produce gran dependencia sicológica.
Hay además un alto riesgo de abuso porque el beneficio que siente el consumidor es muy alto y la necesidad sicológica de consumirla muy potente.
El problema, advierte este facultativo, es que su uso tiene a corto y largo plazo “consecuencias importantes que se están empezando a ver: problemas cardiovasculares, arritmias, hipertensiones, hipertemia”.
“Principalmente creo que el mayor problema es a nivel neurosiquiátrico. Hay casos que estamos viendo en las urgencias de los hospitales prácticamente día sí, día no, de cuadros de sicosis, y luego a largo plazo deterioro cognitivo, enfermedad pulmonar”.
La mefedrona, también conocida como comida para cactus, es, de acuerdo con el mismo doctor, una droga que tiene unas características similares y básicamente la diferencia que tiene con el cristal es que tiene un pico de acción muy corto.
El GHB o GBL tiene una acción más afrodisíaca, es más sexual, intensifica los orgasmos. Produce una desinhibición sexual, reduce la ansiedad y favorece el conectar con otras personas.
Entre la dosis que hace efecto, que son de 1 a 4 gramos, a la que se considera tóxica, que es casi por encima del citado valor, hay muy poca diferencia, con lo que es muy frecuente que pueda haber sobredosis.