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El síndrome de Hibris - El Nuevo Diario

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En la antigua Grecia, el concepto de pecado, tal como lo entiende la tradición judeocristiana, no existía; pero, sí se manejaba el concepto conocido como “Hibris” (Hubris o Hybris) para describir todo tipo de excesos, orgullo desmedido, soberbia o desprecio por los derechos de los demás.

Según la mitología griega, Erebo, dios de la oscuridad y la sombra, y su consorte la diosa de la noche, Nicte, tuvieron como hija a “Hybris”, la diosa de la transgresión, la intolerancia, la insolencia y la falta de moderación.

De aquí surge el nombre para describir la condición mediante la cual un individuo no reconoce sus límites e invade el espacio de los demás a gusto y antojo. Los griegos utilizaban el término para describir el comportamiento de grandes guerreros, vencedores de épicas batallas que, embriagados de poder, se comportaban abusiva y arbitrariamente, como si fuesen dioses.

En el año 2008, el médico neurólogo y político británico, Dr. David Owen (n. 1938), acuñó el término “síndrome del Hibris”, para describir a los políticos “embriagados de poder”, en su libro “En la enfermedad y en el poder”.

Owen, exsecretario de Estado británico, miembro del parlamento y fundador del partido social demócrata, nos enuncia 14 síntomas que permiten diagnosticar esta condición en un político en puestos de poder. Por temas de espacio, solo enumeraré la mitad:

1. Inclinación narcisista, donde ejercer y mantener el poder es más importante que el pragmatismo y el compromiso.

2. Forma mesiánica de dirigirse a los demás, con tendencia a exagerar su rol en la historia y exaltar su imagen.

3. Identificación de sí mismo con el Estado, como una misma cosa, con los mismos intereses.

4. Excesiva confianza en su juicio propio y desprecio por consejos o recomendaciones que vengan de terceros.

5. Exagerado optimismo –sentimiento de omnipotencia– en su capacidad de sobreponerse y superar cualquier crisis, siempre.

6. Obstinada negativa por cambiar de rumbo o rectificar, independiente de los costes o del resultado.

7.    Pérdida de contacto con la realidad, a menudo unida a un progresivo aislamiento.

En Nicaragua, hay varias figuras que han padecido, en algún nivel de severidad, del síndrome del Hibris, como Zelaya, Somoza García y su hijo del mismo nombre, o el insistente Alemán, quien no supo dejar el poder; pero, sin lugar a dudas, la condición más crítica la ha padecido el comandante Ortega.

Después de estar 39 años liderando el país o la oposición, no se da por satisfecho. Mantenerse en el poder es su única agenda, el costo no importa; las protestas solo vienen de “golpistas” y no tienen valor, el sandinismo orteguista es el único camino; las recomendaciones de la OEA y los reportes de la CIDH son injustas, y en su mente, la pérdida de vidas humanas generará el temor necesario para salirse con la suya. El gobernante pareciera haber perdido contacto total con la realidad.

El Dr. Owen nos dice: “El héroe se gana la gloria y aclamación al obtener un éxito improbable. La experiencia se le sube a la cabeza; empieza a tratar a los demás, simples mortales, con desdén y desprecio, y llega a tener tanta fe en sus facultades que se cree capaz de cualquier cosa. Esto lo hace interpretar erróneamente la realidad y comienza a cometer errores, que, al no rectificar, lo terminan encontrando con su Némesis”.

Némesis es la diosa de la justicia retributiva, la medicina contra el Hibris.

Como tragedia griega se viene desenvolviendo la historia de Nicaragua, el síndrome ha cegado a un liderazgo mezquino como una obra de Sófocles. El poeta termina la historia del Rey Edipo con su destierro, advirtiéndole: “No quieras vencer en todo, cuando incluso aquello en lo que triunfaste no te ha sido provechoso en la vida”.

* El autor es economista nicaragüense.

1 Agosto del 2018


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