Carlos Mejía Godoy, el hombre que presentó a Jesucristo como un “hombre de ñeques, el mero tayacán”, hoy celebra el 42 aniversario de la Misa Campesina, esa obra tan amada como vetada que ha marcado la historia musical de Nicaragua y de un sinnúmero de países a los que ha llegado, no solo en América, sino también en Europa.
¿Cómo nace la misa campesina? ¿Tiene alguna relación con el hecho de que usted haya querido ser sacerdote?
Definitivamente, antes de hablar de la Misa Campesina es importante hablar de otra cosa que fue antes y que está relacionada por mi paso por el seminario.
Estudié tres años el sacerdocio con unos curas españoles, con el tiempo, conforme me fui desarrollando dentro del seminario llegué a la conclusión de que estos sacerdotes eran atrasados, para su tiempo. Eran franquistas, ahí no se leía más que literatura de derecha, no se hallaban libros de ningún progresista, la biblioteca era muy limitada.
Y cuento todo esto porque yo empecé a tener mis primeras contradicciones dentro del seminario, pero más que todo en función de otros mayores que enfrentaban otras contradicciones de las que fui testigo.
¿Por esas contradicciones prefirió la vida seglar?
Salí del seminario bastante desencantado de la religión, fui un chavalo bien entregado, bien piadoso, dediqué muchas horas a la oración y a los rituales, pero cuando descubrí esa parte de la iglesia entregada al poder en el tiempo de Somoza, sufrí ese desencanto.
Uno de esos sacerdotes que era progresista se salió; y se quedó en Nicaragua, era José de la Jara Alonso. El padre un día se parqueó en una esquina que se llamaba el granizado para decirme que deseaban hacer una misa popular nicaragüense y que querían que yo participara. Le respondí que no era consecuente que yo me embarcara en esa aventura musical; si andaba un remolino en el alma.
Como él vivió todo en el seminario con sus compañeros sacerdotes, sabía de lo que le hablaba. Buscó a músicos de la 14 de Septiembre y de la Nicarao, y armaron esa misa hermosísima que es la Popular Nicaragüense.
¿Qué lo hizo cambiar de parecer hasta llegar a componer la Misa Campesina?
Años más tarde tomé conciencia de que había una alternativa en una iglesia popular identificada con los pobres, que seguía los lineamientos del Concilio Vaticano II, sentí que había un aire fresco y dije: ahí me meto yo.
Empecé a visitar las comunidades, estaba el padre Molina en la parroquia de Los Ángeles, donde está el mural de Micheline, el padre Mejía en Larreynaga, estos curas y las monjas que antes estaban en la Asunción educando a niñas ricas y se fueron a las comunidades pobres a cumplir su verdadera misión, pensé que esos eran de los míos.
Justamente en ese contexto se apareció Fernando Cardenal, hermano de Ernesto, y me dijo que se habían estado reuniendo un grupo de cristianos progresistas y que habían llegado a la conclusión de que necesitaban una misa.
Yo le respondí que para qué si estaba la Misa Popular, que era preciosa, a lo que me dijo que querían algo más avanzado, más acorde con las luchas que se estaban dando en América Latina. Finalmente dije que si acaso hacía una misa, sería campesina, porque la popular yo la sentía como la misa obrera, la de los sindicatos y de los estudiantes de la ciudad.
¿Cómo logró apropiarse del lenguaje y las metáforas que aluden a la vida en el campo nicaragüense?
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Para que la misa fuera distinta en su lenguaje tenía que meterme en el alma campesina. Viajé a Chinandega, a los lugares más apartados, recogiendo el sentir de la gente.
En esos viajes encontré la esencia de lo que quería decir en la misa. Fui a la Pastoral del Norte, Condega, Estelí; también fui a la Costa Atlántica donde hablé con el padre Goyito, que era norteamericano y había hecho un diccionario misquito-español.
Yo le dije que quería incorporar un canto en creole o de alguna de las etnias, pero me dijo que tenía que ser en mísquito. Él llamó a Anselmo, un seminarista mísquito que me enseñó varios y nos quedamos con La wana, que se integró a la misa.
También fui a Solentiname y ahí Ernesto Cardenal ponía una grabadora para grabar las reflexiones de los campesinos acerca del evangelio del día. Ese ejercicio logró impresionar a hombres como Julio Cortázar y Eduardo Galeano, ante el talento y la metáfora de estos campesinos.
¿Qué enseñanzas obtuvo de esas visitas?
Empezamos a preguntarle a la gente qué opinaban del credo y de la religión en general.
Uno de esos campesinos me dijo: yo no tengo por qué pedirle a Jesucristo que se apiade de mí, si ya sé que se apiada de mí porque sé que lo hace, pues es mi señor, mi Dios; lo que le tengo que pedir es que se solidarice conmigo, porque eso de pedirle suena como un esclavo que le implora a su amo; y yo siento a Cristo al mismo nivel mío, al que miro como un hermano.
Y entonces se me iluminó la mente para componer el Kyrie que dice “Cristo Jesús identifícate con nosotros, no con la clase opresora…”.
Es decir, de la palabra vida de la gente fue naciendo la letra de la Misa Campesina. Yo quería que estuvieran presente la flora, la fauna y el hombre nicaragüense, así nació este hermoso trabajo.
¿Quiénes le ayudaron en la composición de los temas?
Yo quería que fuera un trabajo colectivo, por eso hice una convocatoria y solo llegaron ocho, yo esperaba unos 40 para que nos pusiéramos a trabajar en los textos y entre esos pocos estaba el Indio Pan de Rosa, unos señores de Estelí, don Felipe Urrutia, Pablito Martínez Téllez, creo que llegó Pancho Cedeño, y Mario Montenegro.
Sin embargo, en la práctica para desarrollar ese proyecto nada fue como yo esperaba, prácticamente me dejaron solo. Únicamente Pablito Martínez apoyó y cuando llegó a Nejapa, donde yo vivía, le dije que se encargara del canto de meditación y que lo hiciera pensando en el canto de las aves.
Ahí dejame, me dijo. Yo me fui a la radio y le dije: regreso a las cinco para que en la noche le demos una pasadita y a grabar. Llegué antes de las tres de la tarde y me encontré a Pablito jugando handball con Juancito Tiradora, “El Ñajo” y otros.
Vengo y le digo: ve qué lindo te dejé trabajando y vos jugando, pero él me dijo que no preocupara que ya me tenía dos cantos de meditación y era verdad, al final nos quedamos con el que todos conocen que es el más bello y hermoso canto de la Misa Campesina.
¿Cómo fue para usted estrenar la Misa Campesina en pleno régimen somocista?
Yo ya era un perseguido político. Anduve con muchos artistas y fuimos perseguidos, caímos presos y sobre todo fuimos amenazados.
Pensé que como la misa estaba planteada desde la cuestión religiosa no me iba a traer problemas, pero también hubo amenaza contra la misa.
Intentamos estrenarla en el Open III, donde hoy es Ciudad Sandino, en la Plaza de los Cabros y no nos dejaron. Llegó la guardia y dijeron que al primer sonido iban a tirarnos una ráfaga.
La Misa Campesina nació como un parto doloroso, pero maravilloso, porque esa niña fue creciendo y creciendo.
En Solentiname la estrenamos como Dios manda, con chicheros y el coro, que era el grupo de los héroes que cayeron después en combate. Andaba una avioneta que parecía que iba a chocar contra nosotros, estaban tomando fotos para ver quiénes nos estaban apoyando. Por suerte, cuando vi ya se estaba cantando en Costa Rica, luego en Honduras y a estas alturas del partido está traducida a siete idiomas y están trabajando la traducción al quechua, lo que es para mí el más grande honor, que sea traducida a una lengua indígena.
Se tradujo al español castizo, al italiano, al francés, al filandés, al noruego y al sueco, alguien me dijo que en una comunidad de África un sacerdote ecuatoriano había enseñado parte de la misa en español.
¿Cómo valora el trabajo que se realizó en España para grabar la Misa Campesina con voces conocidas como la de Miguel Bosé?
Yo digo que es una traducción al español, porque está escrita en nicañol, yo me atrevo a decir que para un capitalino había cosas que no entendía en esta Misa Campesina.
En vez de decir vamos a la milpa, dice vamos a la misa. Entonces cuando se hizo esa propuesta sinfónica pop me invitaron a que cantara pero dije que no y que prefería estar como autor detrás del proyecto, porque no me parecía consecuente que después de haber defendido cada verso de esa misa me pusiera a seguir el juego de aquel que era un proyecto comercial de una trasnacional.
¿La prohibición de la Misa Campesina fue oficial?
No hubo un documento que la prohibiera, pero mandaron a decir a los curas que el que permitiera que se cantara la Misa Campesina iba a ser castigado. No fue prohibida pero sí amenazada.
Yo tengo la sensación de que si tuviera acceso al Papa Francisco otro gallo me cantaría, porque él es un hombre que cree que debemos evolucionar.
¿Qué anécdota en particular de esta aventura llamada Misa Campesina le marcó más?
La misa fue exitosa, ganó varios discos de oro y se cantó en muchos países, sin embargo lo mejor fue que mientras la iglesia nicaragüense le ponía obstáculos a la misa, la organización de la comunicación de la iglesia católica en España me entregó un premio. El obispo Iniesta me entregó el reconocimiento.
¿Haber voseado a ese Dios que mantenemos lejano intervino en el rechazo a la Misa Campesina?
Puede ser. Te digo que ya había un precedente con El Cristo de Palacagüina, decir una tal María fue una ofensa. Mi propia madre se escandalizó y me dijo: ¿cómo vas a decir eso, como si la virgen fuera una cualquiera? y le expliqué que no era lo mismo. Ella solo me quedó viendo y me dijo vas a tener problemas.
Recuerdo que la abuelita de Norma Elena Gadea me llamó para enseñarme que tenía una foto mía en su álbum familiar, porque me quería mucho, pero arrancó esa foto cuando oyó el Cristo de Palacagüina.
El voceo, el hecho de decirle hombre de ñeques a Cristo, no le gustó mucho a algunos. También el que no se diga creo en la Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
¿Aún siente la censura?
Sí. Algunos sacerdotes me dicen que negociemos, que cante ciertos cantos de la Misa Campesina y otros no. Te puedo contar que una vez me llamó la mamá de Hernaldo Zúniga para decirme que se había muerto Pancho Mambo, un hombre talentosísimo. Ella me dijo que él amaba la misa campesina, que se la fuera a cantar. Fuimos, nos instalamos y cuando ya estábamos listos el sacristán llegó y dijo que mandaba a decir el padre, que no se podía cantar la Misa Campesina, a esa hora nos tocó regresarnos. Eso fue en la parroquia de Masaya, ni pregunté el nombre del cura.