Para la temporada de huracanes de 1999, el Centro de Nacional de Huracanes (CNH), localizado en Miami, eliminó para siempre al “Mitch” de su lista para nombrar ciclones. La razón es macabra: El fenómeno, con vientos de casi 300 kilómetros por hora, causó más de 9,000 muertos en solo cuatro días en Nicaragua y Honduras.
Pero, ¿cómo llegó a suceder esto? Condiciones atmosféricas muy favores en el océano Atlántico, particularmente en el mar Caribe, fabricaron un superciclón, en su momento catalogado entre los cuatro más poderos de la historia.
Para la época había una casi inexistente cultura de gestión de riesgo, lo que facilitó que el Mitch fuese uno de los más letales huracanes.
Agustín Moreira, meteorólogo del Centro Humboldt, aseguró que las temperaturas en el océano Atlántico favorecieron al “huracán perfecto”.
La depresión tropical número 13
El CNH indicó que la onda tropical que viajaba por el atlántico el 22 de octubre de 1998 se formó en una depresión tropical, la número 13 de la temporada, y en menos de un día ya era una tormenta tropical, que los científicos llamaron Mitch.
El 23 de octubre, de hace 20 años, los expertos estudiaron el desarrollo de este fenómeno y concluyeron que Mitch “podría ser un huracán potencialmente peligroso”.
El 24 de octubre de 1998, oficialmente Mitch se convirtió en huracán y ese mismo día el CNH advirtió que podría ser un ciclón de categoría 4 y hasta un máximo de 5.
El Mitch, sin embargo, tenía un potencial destructor y para el 26 de octubre ya era categoría 5, moviéndose lentamente sobre el océano.
“Los factores atmosféricos fueron muy favorables” para el Mitch, explica Moreira, 20 años después.
Para que un huracán se forme en el Atlántico o en el Pacífico, estos océanos deben mantener al menos una temperatura de 26 grados centígrados. Pero Moreira explicó que en esa temporada los océanos tenían una temperatura de 29 a 30 grados.
Un destructor
Era “la condición más que óptima para desarrollo (de huracanes). Era normal (el Mitch), pero las condiciones atmosféricas incidieron en una formación más fuerte”, dice Moreira.
El factor principal que potenció al Mitch fueron las temperaturas constantes y bastante definidas en el mar Caribe, un espacio de 2,500 kilómetros cuadrados que se extiende desde las Antillas Menores hasta las Antillas Mayores. La prueba máxima para un fenómeno atmosférico que se introduce en el mar Caribe es pasar el arco de las Antillas Menores, un conjunto de islas.
La onda tropical que posteriormente sería la tormenta Mitch, logró atravesar esa barrera natural y encontró las condiciones óptimas justo entre Jamaica y Colombia.
El 25 de octubre de 1998, los vientos del huracán aumentaron a 240 kilómetros por hora, un ciclón de nivel 4.
El CNH lanzó una advertencia de huracán para Honduras y Nicaragua, países ubicados en Centroamérica y que son considerados entre los más vulnerables a los fenómenos naturales.
Científicos alarmados
Los científicos estaban alarmados, ya que el fenómeno en su ruta por el centro del Caribe siguió aumentando la velocidad hasta llegar a los 285 kilómetros por hora.
El 26 de octubre de 1998, por la tarde, los expertos se dieron cuenta de que estaban ante “el más fuerte huracán de la cuenca del Atlántico en los años recientes”, según el CNH.
“Se puede decir que Mitch fue un huracán perfecto. Sus paredes (ojo del huracán) bien definidas, su cobertura, fue un huracán inmenso que llegó a cubrir casi todo el golfo de Honduras”, recuerda Moreira. Se estima que ese golfo de Honduras tiene una extensión de 200 kilómetros. El experto aseveró que si el Mitch hubiese entrado a Honduras como un huracán categoría 5 o 4, los desastres hubiesen sido inimaginables.
Para el 27 de octubre de 1998, a la medianoche, de forma oficial el Mitch es declarado por los científicos como el cuarto huracán más fuerte desde que se tiene registro de estos fenómenos.
Sin embargo, un día después, al acercarse a las costas de Nicaragua y Honduras, el poderoso ciclón comenzó a desintegrarse.
No obstante, lo que perdió es la fuerza en sus vientos, no así la cantidad de lluvias que generaba. “Las precipitaciones provocaron un desastre”, afirmó Moreira. El desplazamiento de Mitch era lento y mantenía una presión barométrica de 980 a 1,005 milibares; es decir, que tenía una extrema acumulación de agua.
Huracán extremo
La velocidad de rotación del huracán no pasó de 7 a 12 kilómetros por hora. Era como una inmensa tortuga arrasando todo a su paso.
Por su lentitud, el Mitch comenzó a ensanchar sus grandes bandas y crecer en un lapso de menos de 12 horas.
“Fue un evento totalmente extremo”, refirió Moreira. “Un huracán tiene una rotación contraria a las agujas del reloj. El Mitch, al encontrarse con una atmósfera bastante propicia para huracanes, no tenía prisa para aumentar su velocidad de rotación”, detalló.
Desplazado por Katrina
Cuando el Mitch tocó tierra en Honduras el 29 de octubre de 1998, por la tarde, lo hizo como tormenta tropical. Esto provocó que bajara más su velocidad de rotación y que estuviera casi estacionado, explicó Moreira.
Así comenzó a descargar grandes cantidades de agua que había acumulado.
Era tanta la lluvia acopiada, que el fenómeno alcanzó un presión barométrica de 905 milibares (mb). Esto hizo que los científicos le dieran, en 1998, el título del cuarto huracán más poderoso desde que se tiene registro. Desde 1935 a 1998, el CNH tenía un lista exclusiva de los cincos huracanes más potentes. El número 1 es Gilbert, en 1988, que alcanzó una presión barométrica de 888 milibares. En segundo lugar estaba un huracán sin nombre, registrado en 1935, y que obtuvo 892 milibares. En el puesto tres estaba el huracán Allen, en 1980, que tuvo una presión de 899 milibares. Los huracanes Mitch (1998) y Camille (1969) compartieron el cuarto lugar, con 905 milibares.
Sin embargo, en 2005, el huracán Katrina desplazó a los dos últimos, ya que alcanzó una presión barométrica de 902 milibares. Katrina causó más de 1,000 víctimas en Estados Unidos a causa de las severas inundaciones que provocó, principalmente en Luisiana.
En cuatro días llovió lo de un año
Los datos del CNH indican que 2005 fue la temporada más intensa desde 1998 hasta la actualidad, ya que se produjeron 15 huracanes en el Atlántico, de 30 fenómenos atmosféricos, entre ellos tormentas y depresiones. La actividad estuvo por encima del promedio de 10 a 20 fenómenos climáticos por temporada, en los últimos 20 años. Moreira explicó que la presión barométrica es la cantidad estimada de agua que genera un huracán. El Mitch fue capaz de arrojar alrededor 29.8 pulgadas de agua por metro cuadro, dejando un acumulado de 1,200 milímetros de lluvia en apenas cinco días, entre el 28 de octubre y 1 de noviembre.
Esa cantidad de agua puede caer a lo largo de un año en el occidente de Nicaragua.
“Entre más baja es la presión, es más potente por la concentración de los volúmenes de agua. Al aumentar la presión atmosférica se incrementa la posibilidad de generar más condensación y precipitación”, precisó el experto.
No estaban preparados
El 30 de octubre de 1998 el CNH advertía que las lluvias continuarían en Honduras y Nicaragua, principalmente en el occidente.
Ese mismo día ocurrió el deslave del volcán Casita, en Posoltega, Chinandega, donde murieron más de 1,500 personas. Se calcula que un volumen de 200,000 metros cúbicos del cerro se deslizó, provocando una avalancha de 20 metros de espesor, 60 metros de altura y 150 metros de longitud. Todo el cráter del volcán se llenó de agua y discurrió sobre las laderas.
Un profesor universitario que trabajó para el Gobierno en temas de reducción de riesgo, quien pidió el anonimato, considera que esa tragedia y todas las muertes provocadas por el huracán Mitch, difícilmente se hubieran evitado.
“En ese momento el Ejército de Nicaragua atendía los desastres a través de un cuerpo de defensa civil; sin embargo, las medidas eran reactivas, es decir, actuaban una vez que pasaba la emergencia”, expresó el experto.
A diferencia de ahora, para 1998 no existían acciones preventivas para mitigar el impacto de un huracán de la magnitud del Mitch y toda Centroamérica era extremadamente vulnerable, dijo.
El CNH, en sus archivos, menciona que el 26 de octubre en la mañana fue incapaz de contactar a las autoridades de Honduras y Belice para informarles que la dirección del huracán había cambiado un poco más al oeste. “Los niveles de desactualización en gestión del riesgo de las autoridades eran anticuados, no solo en Nicaragua, en toda Centroamérica”, afirmó la fuente anónima, quien aseguró que a nivel institucional prevenir los desastres no era prioridad.
El golpe de la realidad
Finalmente, el 1 de noviembre de 1998 el huracán Mitch había salido de Honduras, degradado en depresión tropical y se dirigía hacia México. Moreira afirmó que no es posible predecir si un huracán como el Mitch podría afectar a Nicaragua nuevamente.
“Los huracanes de los últimos años han sido bien definidos, bastantes complejos en relación con su desarrollo. Es evidencia del cambio climático, no hay duda. Si no bajamos la emanación de gases de efecto invernadero y la destrucción de los bosques, tendremos situaciones extremas que no se podrán medir”, aseguró.