Más de treinta mujeres escudriñan en la basura. Buscan plástico, papeles y sobre todo cobre, que es lo que mejor les pagan una vez por semana, cuando llegan a comprarles lo que logran rescatar. Esta faena se repite una y otra vez cada día del año.
Una de ellas es Yanitza Bonilla. Camina unos diez kilómetros sobre veredas para llegar a “La Joya”, el basurero de la ciudad colonial de Granada, donde se une a ese grupo de mujeres.
A las 4:00 de la mañana, cuando aún no ha salido el sol, se despierta y empieza a buscar las viejas camisetas que se pone para soportar durante más de nueve horas el cancerígeno sol. Antes la acompañaba Marcos, el mayor de sus cuatro hijos.
Además de Marcos (15 años), llevaba a veces al basurero a María Elena (14 años), Julio César (12 años) y Sandra (9 años). Pero desde hace dos años rebusca sola en los desperdicios, porque inscribió a sus hijos en la escuela.
El milagro
El basurero “La Joya” se encuentra ubicado al suroeste de la ciudad y está rodeado de una población altamente empobrecida, asentada en tres comarcas rurales y dos pequeños barrios semiurbanos.
La mayoría de viviendas, como la de Yanitza, son construidas con viejas láminas de zinc, con plástico y cartones. Algunos de estos materiales los recogieron en el mismo basurero. Viven unas 2,500 personas, y un 38% de su población tiene menos de 15 años, según datos de la Alcaldía de Granada.
Casi todos los niños y niñas acompañaban a sus madres, solteras en su mayoría, a recoger desperdicios tirados en el vertedero y dejaban de asistir a clases.
“Hay una montaña de basura y allí hay personas trabajando”, dice Bosco Castillo, gerente del organismo estadounidense Children’s Wellness Fund, que desde el 2013 decidió iniciar un proyecto para apoyar a la niñez en riesgo.
Cuenta que en el basurero en algún momento hasta llegaron a verse niños lactantes esperando mientras sus madres trabajaban.
“Si se trabajara en mejorar los ingresos de estas familias, automáticamente los niños dejarían de acompañar a sus madres al trabajo”, comenta. Sin embargo, como medida urgente decidieron reunirse con ellas para negociar que los niños y niñas no fueran al basurero.
La estrategia
Esta organización decidió ofrecerles mochilas, útiles escolares, uniformes, zapatos, atención médica y actividades recreativas para sus hijos.
Gracias a eso, Sandra, la menor de las hijas de Yanitza, ahora cursa tercer grado; Julio César inició su quinto grado; María Elena acaba de empezar la secundaria y Marcos cursa cuarto grado.
“Me arrepiento mil veces de haber atrasado a mis hijos, sobre todo al mayor que fue al que me empecé a llevar desde tierno al basurero”, explica Yanitza.
Ella cuenta que empezó hace doce años a recoger desperdicios porque se quedó en la calle con su primer hijo, cuando decidió dejar al marido que la maltrataba.
“Al principio no quería ir a clases porque estaba acostumbrado a ayudarle a mi mamá y había crecido en el basurero desde siempre y no creí que había una posibilidad distinta para mí que hacer eso todos los días”, explica Marcos.
Ahora quiere prepararse, recuperar el tiempo perdido y ser mecánico. Su madre lo apoya. Incluso de que sus hijos estudien saca beneficios, porque ellos le están enseñando a leer, pues en su niñez y juventud no tuvo la oportunidad de aprender.
La pobreza
Ella tiene ingresos variables cada mes, pero en promedio puede obtener unos 31.49 dólares mensuales; es decir que sobrevive con US$1.04 diarios.
La Encuesta de Hogares para Medir la Pobreza en Nicaragua 2013, realizada por la Fundación Internacional para el Desafío Económico Global (Fideg), determinó que se está en la línea de pobreza extrema cuando los ingresos anuales por persona equivalen a 347 dólares, es decir un dólar o menos por persona al día.
Los hogares con un consumo per cápita inferior a eso son clasificados como pobres extremos, porque no pueden satisfacer las necesidades de alimentación mínimas de sus miembros.
Aunque Yanitza, con ese US$1.04 estaría levemente por encima de la pobreza extrema, al cubrir con ese ingreso sus necesidades y las de sus cuatro hijos forma parte de ese grupo.
Children’s Wellness Fund también les ayuda mensualmente con un paquete alimenticio, además de apoyo médico constante para que todos los beneficiarios del proyecto en “La Joya” logren cubrir sus necesidades básicas.
Han mejorado
Angélica Fuertes recuerda que su madre la llevaba al basurero desde su adolescencia. En sus pies tiene varias cicatrices que se ha hecho cuando se corta con pedazos de vidrio tirados en el basurero.
“Nunca quise que mis hijos agarrasen esta misma vida”, insiste. Está agradecida con el proyecto, que ha permitido que los tres puedan ir a la escuela.
Ella ha sido una de las beneficiarias de las casas que ha empezado a construir Children’s Wellness Fund en conjunto con la organización International Samaritan, ubicada cerca del campus de la Universidad de Michigan, que trabaja en aliviar la pobreza en comunidades que se ganan la vida en vertederos de basura en todo el mundo.
Jóvenes voluntarios llegaron a construir su vivienda y a brindarle atención médica a la vez. Esta convivencia permitió que Carlos (18 años), uno de los siete hijos de Jamileth Potoy, la primera a la que construyeron su nueva vivienda, se sintiera motivado para aprender inglés.
“Quiero trabajar en un hotel atendiendo a turistas de todas partes del mundo que vengan a Granada, porque es el destino favorito de Nicaragua”, dice Carlos.
Su madre empezó a trabajar desde hace 18 años en “La Joya”, cuando se enamoró de un joven que conoció en una fiesta. Al principio el olor a basura le provocaba náuseas. “Sentía el hedor y quería salir corriendo”, recuerda.
Vigilancia
Los funcionarios de la Alcaldía de Granada vigilan de forma permanente que no lleguen infantes a trabajar, aunque algunos lo siguen haciendo a escondidas. Pero Jamileth asegura que ella “ya entró en razón”.
“Es mejor que mis hijos no vayan al basurero, antes recibían muchas burlas que son injustas, porque ganarse la vida de forma honrada no es malo, pero comprendí que el trabajo infantil no es algo bueno. No. No lo es”, insiste.
El Banco Mundial calcula que en todo el planeta unos 15 millones de personas se ganan la vida recuperando material reciclable en la basura. De estas, cuatro millones lo hacen en América Latina, donde se estima que 7 de cada diez lo hacen de forma insalubre. Unos 500 mil niños y niñas dejan su infancia y adolescencia en los vertederos de basura.
Un cambio de actitud
Metas• Bosco Castillo, gerente del organismo estadounidense Children’s Wellness Fund, indica que han apoyado a niños, niñas y adolescentes para que puedan completar su educación primaria y secundaria. Recientemente acaban de apoyar a una joven que ingresó a la universidad.
“Nuestra meta es contribuir a la erradicación del trabajo infantil, y al bienestar de la niñez en peligro, apoyando a sus familias para asegurar un mejor futuro, por medio de la educación y la salud”, explica.
La idea, comenta Castillo, es que se les apoye a todos ellos hasta que puedan lograr culminar una carrera técnica o universitaria. Actualmente están replicando la experiencia de “La Joya” en el basurero municipal de Nandaime.